Que vivimos en una sociedad en permanente cambio, es una realidad que se percibe con cierta facilidad en nuestro día a día.
Que los cambios sociales son consecuencia de las diferentes acciones de las personas que conforman la sociedad, es algo que se constata con la experiencia y con solo mirar de reojo el devenir de la Historia.
Que los colegios son ámbitos de aprendizaje y desarrollo personal, con necesidad de preparar desde el presente a los ciudadanos del futuro, es el reto que vivimos a diario los docentes.
Entonces… ¿Qué podemos hacer los centros educativos para decidir hacia dónde encaminamos los cambios que parecen imprescindibles en nuestras aulas, sin caer en “modas pedagógicas” que pueden llevarnos a perder la propia identidad de nuestro centro?
¿Es posible compatibilizar la innovación docente, con la capacitación de los alumnos y la personalidad que haga de cada colegio un centro con identidad propia y distinta a los del entorno?
Estas preguntas tienen una respuesta común: sí. Si, es posible combinar la innovación y el cambio en las aulas y los alumnos, con la capacidad de mantener el carácter diferenciador del propio colegio. Hay que perder el miedo a innovar, hay que perder el miedo a contarlo, pero hay que contarlo bien.